domingo, 31 de enero de 2010

Hidalgos olvidados: los Urquía

Caserío
Urquía-domingotegui,
Itsasondo (Gipúzcoa)


Rescatar de la memoria del tiempo a una familia olvidada por la historia, ha sido en los últimos años mi principal objetivo.
Encontrarme con mi pasado y poder rendirle homenaje, es una de mis mayores alegrías, amen de hacer justicia -documentos en mano-, sacando a la luz unos hechos que comenzaron en 1550 con las capitulaciones matrimoniales de Domingo de Urquía y Catalina de Isasaga.

Firmas de 1680 a 1916, y romancillo


click en la foto
A mis quince abuelos Urquía. En especial a mi abuelo Juanes, en el 400 aniversario de su muerte: 25 abril de 1601-2001


Romancillo, "In memoriam"

Era Juanes de Urquía

de todos el mas pequeño
de cinco hermanos hidalgos,
hijo y nieto de aquellos
que en “el Salado” lucharon
contra los moros, primero,
y más tarde contra Francia,
en ayuda de Castilla
junto con otros hidalgos
habidos en Itsasondo
y en Ordizia (villa-franca).
Y bajo esta bandera,
tras finalizar su gesta,
victoriosos regresaban
al cuidado de sus montes
y al sosiego de sus casas.

Era Juanes de Urquía
de todos el mas risueño,
fanfarrón y aventurero,
a causa del mayorazgo
por tierras de Soria se vió,
en Gómara casó primero
e hijos tuvo después
y aunque a su tierra volvía
a bodas y ceremonias
nunca más ya se quedó,
en Gómara murió joven
e viuda e huerfanos dejó.

Y aquí comienza la historia
de Francisco de Urquía,
hijo de Juanes de Urquía,
que en dicha villa nació,
con María de Yanguas casó,
y en ella pobre murió,
aunque sepultura tenía
en la iglesia de San Juan.:

A su esposa profesaba
gran amor y devoción
pero ¡ay! que un día,
ésta enferma cayó y, no
habiendole dejado su padre,
muchas rentas en herencia,
las pocas que quedaban,
comioselas la enfermedad.

En esta contrariedad
le vinieron a empadronar,
y debido a su precariedad
pusieron en etredicho
su hidalguía y calidad,
argumentando no llevarla
con debida dignidad.
Anotáronle como pechero
e diciseis maravedies
le querían hacer pechar.
Negose Francisco a darlos
en vista de lo cual
un formón en prenda
de su casa han de llevar.

De nada le valió
la injusticia proclamar,
ni decirlos que sus bienes
en larga enfermedad,
que más de cinco años dura,
en su mujer los gastó,
que muebles y enseres
en pública subasta
en la plaza vendió,
y así galeno y botica pagó.

Dolor en su corazón
Francisco de Urquía sintió,
hidalgo era, que no pechero,
y no habia de pagar,
quien es hijo y nieto de hidalgos,
que devengan del rey
quinientos sueldos por año.

A Valladolid se fué,
a la Real Chancilleria,
donde pleitean los hijosdalgo,
un real plata y diez maravedíes
a un escribano pagó,
por un recurso que al rey elevó,
dando así el pleito comienzo
para restituir su honor.
En esta espera la muerte le llega
sin finalizar la causa,
y con esta herida se le lleva.

¡Triste suerte la de este hidalgo,
que hasta en el libro de difuntos,
como pobre figura
aún teniendo sepultura!.

Su dolor vivieron sus hijos
y de Gómara se fueron,
a Soria encaminan sus pasos
la afrenta guardada en el corazón,
hasta que a su nieto, Joseph de Urquía,
versan en leyes y notario se hace
de Fuentepinilla y su Jurisdición.

Un nuevo pleito éste emprende
que doce años dura,
ganándolo al fin en justicia:

«A campana tañida, el Rey ordena,
se convoque en la plaza a los vecinos
y restituida para siempre sea,
la fama, nombre e hidalguía
que siempre hubieron los Urquía».

¡Descansar en paz, ahora ya puede,
Don Francisco de Urquía!

Finaliza así la historia
de una familia de hidalgos
que a causa del mayorazgo
los verdes campos
de su Guipuzcoa dejó,
y por tierras de Soria se vió.

(YCM, enero 2001)